Agustina Carolina del Carmen Otero Iglesias, más conocida como La Bella Otero, nació el 4 de noviembre de 1868 en Valga, Pontevedra, España. Hija de madre soltera, creció en una familia de escasos recursos y sin acceso a una educación formal. A los diez años, sufrió una agresión que la marcó de por vida, tras lo cual decidió abandonar su hogar a los catorce años en busca de un futuro mejor.
Durante su juventud, trabajó en diversos oficios y se unió a compañías de teatro ambulantes, donde comenzó a desarrollar sus habilidades en el baile y el canto. En 1888, conoció al banquero Ernest Jurgens en Barcelona, quien la llevó a Marsella y la ayudó a impulsar su carrera como bailarina en Francia. Fue entonces cuando adoptó el nombre artístico de La Bella Otero y se presentó como una mujer andaluza de origen gitano, enfatizando su exotismo para el público francés.
Su talento y carisma la llevaron a convertirse en una de las artistas más destacadas de la Belle Époque, actuando en escenarios emblemáticos como el Folies Bergère de París. Además de su carrera artística, Otero fue conocida por sus relaciones con figuras influyentes de la época, incluyendo a monarcas y aristócratas europeos. Se dice que fue amante de personalidades como el káiser Guillermo II de Alemania, el zar Nicolás II de Rusia y el rey Alfonso XIII de España, entre otros.
A pesar de amasar una considerable fortuna, Otero desarrolló una adicción al juego que la llevó a perder gran parte de sus riquezas. Tras retirarse de los escenarios en 1910, vivió sus últimos años en Niza, Francia, en relativa pobreza y soledad. Falleció el 12 de abril de 1965 a los 96 años.
La Bella Otero dejó una huella imborrable en la cultura europea de finales del siglo XIX y principios del XX, siendo recordada como un símbolo de belleza y talento, así como por su vida llena de contrastes y desafíos.
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