viernes, 5 de mayo de 2023

LE DECÍAN LOCA.





A mi Madre le decían loca, pero no era loca, era profesora. Hablaba diferente. Decía: "Los ojos sirven para escuchar".
Yo tenía diez años de edad. Un niño no comprende el lenguaje vertical y pensaba que quizá mi madre era loca.
Cierta vez me armé de valor y le pregunté: ¿Con qué miramos? Mi madre me respondió: "Con el corazón".
Cuando mi madre se levantaba de buen humor cantaba: "Hoy me he puesto mi vestido de veinte años". Yo sabía que no tenía veinte años y la miraba, nada más. ¿Qué puede hacer un niño, sino escuchar? Si mi madre estaba triste decía estar vestida de niebla. "Hoy tengo ochenta años" (dijo,).
Al fin pude terminar la educación primaria. El día de la clausura llegó tarde. Se disculpó diciendo: "Hijito, me demoré porque estuve buscando mi vestido de Primera Comunión, ¿No ves mi vestido de Primera Comunión?. Miré a mi madre y no estaba vestida de Primera Comunión.
Después tuvo esa enfermedad fatal.
Me llamó a su lado, cogió fuerte mis manos y dijo: "No tengas pena, la muerte no es para siempre". Pensé: mi Madre no se da cuenta de lo que habla. Si uno muere es para siempre.
Era niño y no entendía sus palabras.
Ahora tengo más años y recién comprendo sus enseñanzas. Sí, Madre. Podemos tener 20 años y al día siguiente ochenta. Todo depende de nuestro estado de ánimo. Los ojos sirven para escuchar porque debemos mirar con atención a quien nos habla. Para conocer la realidad esencial de una persona tenemos que mirarla con el corazón. La muerte no es para siempre, sólo muere lo que se olvida.
Recuerdo que una noche me dijo: "He notado que te molestas si tus amigos te dicen loco y eso no está bien es natural que el hijo de una loca sea loco". Entonces -por primera vez- repliqué a mi madre y le dije: Madre, te equivocas, no siempre el hijo de una loca tiene que ser loco; a veces...es poeta.
Autor: Desconocido.

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